Selección de Escritos sobre Educación
Juana Manso

Organización de las Escuelas


Del Álbum de Señoritas .Tomo I. Nº 2. Buenos Aires, 8 de Enero de 1854.

"Como dijimos en nuestro número anterior, en momentos tan solemnes como los de la época actual, en que después del caos, de la guerra y de la tiranía, se trata de organizar la sociedad, de dar una forma a nuestro gobierno, que muestre a las otras naciones—que Anarquía es una cosa y República es otra; y en fin presentarnos a la faz del mundo, dignos de la herencia gloriosa que nos legó la revolución de Mayo. Uno de los trabajos más importantes y de más trascendencia para lo futuro es la organización de las escuelas, es la educación del pueblo.
La Sociedad de Beneficencia, siempre tan digna y consecuente a sus antecedentes, se ocupa de la organización de las escuelas; con todo su marcha es lenta; porque los recursos son escasos, muchas y muy graves son a la verdad las atenciones del gobierno, pero creemos que la educación no debe ser de las últimas necesidades a que se provea.
Una triste experiencia tenemos, de cuanto es importante, derramar la ilustración en las masas, si hubiese sido ese el primer paso después de Mayo de 1810, y si se hubiese roto de lleno con las tradiciones del pasado, para emancipar la razón como se habían emancipado los hombres, tal vez que ni tanta sangre habría empapado esta tierra, ni tantas lágrimas habrían corrido!
Los hombres que presidieron a la emancipación política de los Estados Unidos, dijeron,-queremos hacer de estos hombres un pueblo sobrio, religioso e industrial. Entonces consecuentes con su pensamiento, combinaron las bases que eran necesarias para obtener el resultado a que se proponían llegar, y sentadas esas bases, fueron los cimientos seguros sobre los que levantaron el monumento eterno de civilización y de prosperidad de su país. Educaron el pueblo como un solo hombre, y a la perfecta solidez de la base debieron la unidad perfecta del resultado. Tan importante se considera la educación en los Estados Unidos, que todo distrito de mil habitantes posee tres escuelas, en toda nueva población que se intenta, los primeros cimientos que se abren son los de la iglesia y los de las escuelas.
He ahí lo que nosotros deseábamos para nuestra patria! Más actividad en la organización de las escuelas y convencernos de una verdad innegable, que, para conseguir el fin de prosperidad y civilización a que tiende la educación popular, es necesario en la época presente, marchar de frente, romper con las tradiciones del pasado, porque las creencias de ayer, no son las de hoy y mucho menos pueden ser las de mañana. La juventud que se educa hoy con los principios de ayer, dentro de diez años, al acabar su educación, se encontrará medio siglo atrasada de su época.
Queremos consolidar nuestras instituciones, queremos riqueza, paz y prosperidad, pues eduquemos el pueblo.
Fijemos las bases de esa educación, pasen ellas a ser una ley a la cual deben sujetarse todos aquellos que abren establecimientos de educación, porque el extranjero que venga a fijarse entre nosotros, no tiene obligación o capacidad, para medir ni comprender nuestras necesidades, por eso al gobierno toca darlas, a él toca proveer a la falta de libros de instrucción, llamando en concurso las inteligencias del país. Un premio, una honra, un pedazo de papel, son suficientes estimulantes a la nobleza. Hemos buscado con interés los libros de la instrucción primaria; cual ha sido nuestro asombro y nuestro desconsuelo al ver "El Catón," (que no sabemos por qué se llama cristiano) "Las Obligaciones del Hombre, el Catecismo, de lo que mal a propósito llaman "Doctrina Cristiana" y nada mas!
No es con esos libros que iremos adelante ni que podremos educar nuestra juventud. Esos son libros que pueden haber sido escritos con la mejor intención, pero que contienen absurdos espantosos, nociones erradas, y revelaciones inmorales, innecesarias y perjudiciales.
En 1844 emitimos esta misma opinión al señor general D. Melchor Pacheco y Obes, cuando ministro de la guerra en Montevideo, y tuvimos el gusto de oír su aprobación; empezamos también a escribir unas tablas de lectura, y el mismo señor Pacheco y Obes nos facilitó la imprenta del gobierno para imprimirse gratis. El general Pacheco, que comprendía la utilidad de una tendencia en la educación, y 1a necesidad de bases sólidas, extendía esa importancia a la educación de la mujer, que por su destino de madre, tiene una influencia tan directa e importante en la familia, cuando ilustrada y penetrada de la augusta y honrosa misión que le destinó la Providencia.
Serán pues suficientes a iniciarlas en el conocimiento de ese papel importante, la lectura de esos libros rancios y ajenos de las tendencias civilizadoras? ....
Esto es para la mujer, a quien se juzga ajena al movimiento civilizador, e inútil como entidad inteligente en la humanidad, lo que diremos pues del hombre? .... que va a la escuela a leer, escribir, contar y que aprende la doctrina, o más propiamente lo que quieren que sea doctrina cristiana que lejos de ser la doctrina de Cristo, es un absurdo completo? ... Qué diremos de esos hombres, de esos niños entregados a un materialismo semejante?
De qué le puede servir para el desenvolvimiento de su inteligencia, y para la perfección de sus facultades morales, ese montón de palabras que se le hacen aprender de memoria? Entendemos que la primera piedra del edificio social es la religión, pero la religión no la reducimos nosotros al culto exterior; ni la colocamos en el círculo estrecho del materialismo."La idea de Dios es demasiado abstracta para que pueda ser comprendida por organizaciones infantiles, la idea filosófica pues, en toda su esplendente magnitud no puede dárseles a los niños, pero creemos que hay lecturas fáciles, donde puede combinarse la grandeza de la idea y la simplicidad, de las formas.
La educación tiene el destino de la mayor parte de las grandes teorías cuya tendencia es la perfección moral e intelectual de la humanidad; está reducida a una voz que se pronuncia sin valorar y sin comprender toda su importancia.
No es bastante educar la inteligencia, o mejor dicho ilustrarla, es necesario educar el alma, explotar todos los gérmenes de bien y de mal que existen en el corazón, para por medio de una instrucción inteligente y verdaderamente moral, desenvolver los buenos y extirpar los malos.
Inútil es decir a los hombres: sois libres sino se les enseña a serlo.
Es desde los tempranos días de la niñez, que se debe inspirar el amor a la justicia, el respeto de sí mismo, la susceptibilidad de la conciencia que no permite transigir con los deberes. El conocimiento exacto y práctico de esos mismos deberes, para que llegue un día en que no sea necesario simbolizar la ley con la bayoneta, en que los soldados tengan por única misión guarnecer nuestras fronteras de los indígenas, en que el ciudadano sea el mejor defensor del orden, respetando las instituciones por su sola fuerza moral; a ese resultado solo se llega educando el pueblo. Y para educarlo es necesario:
1.° Fijar las bases de la educación en general.
2.° Ser esas bases conformes con las teorías de la civilización y del progreso constante de la inteligencia.
3.° Tener en vista que el hombre hecho no se morigera después que ha crecido en la ignorancia y en el error.
4.° Poseer libros de enseñanza elemental cuyo espíritu religioso no esté reducido a decirnos: Los sentidos corporales son cinco. Los mandamientos de la Santa Madre Iglesia son cinco, etc., etc.
5.° Escribir reglamentos interiores, que sean la carta constitucional de las escuelas, -cuyo espíritu es no solo substraer los establecimientos a la arbitrariedad de los profesores, sino iniciar en los educandos la idea de la fuerza moral, de las instituciones sociales, y el respeto a la ley.
6.° Hacer resaltar en esos reglamentos el beneficio del bien y la vergüenza y oprobio del mal, por medio de los premios diarios y extraordinarios y de los castigos puramente morales.
Volveremos más sobre este punto y dedicaremos otro capítulo al examen de las bases que hoy damos en compendio, así como escribiremos sobre los libros de enseñanza primaria, métodos y demás que concierne a la educación.
Tenemos el convencimiento de que todas las reformas parciales, que no sean la educación, como que solo entienden con la epidermis del cuerpo social, son como esos paliativos que dejan en pie el mal, esos mejoramientos materiales son el velo de oropel entendido sobre el cáncer roedor. La civilización como el mundo tiene, dos horizontes; el uno visible y falso, el otro invisible pero verdadero e inmenso.
No trabajamos para el presente sino para el porvenir. Y para conseguir del porvenir, es al espíritu del cristianismo a quien pediremos su luz; y creemos que la práctica de sus teorías divinas nos llevarán a la cumbre de la felicidad y de la civilización."


1. Educación Popular 

Del Álbum de Señoritas .Tomo I. Nº 3. Buenos Aires, 15 de Enero de 1854.

Toda la felicidad que puede gozar el hombre en este mundo,
se reduce a tener el cuerpo sano, y el alma bien formada:
estas dos ventajas encierran en sí todas las otras.
                                                                                          Locke


- De la Educación de los Niños

"Como dijimos en nuestro artículo anterior, la educación debe basarse sobre cimientos sólidos, y partir de un punto esencial. -¿Cuál debe ser ese punto?
Es lo que vamos a ver. Ese punto debe ser aquel que se crea más conveniente para conducir el hombre a la felicidad, y el pueblo a su engrandecimiento.
Como muy sencillamente lo dice el filósofo inglés, cuyas palabras sirven de apóstrofe a este artículo, La Higiene física y la Higiene moral son las que dan el más perfecto resultado.
Hombres sanos del cuerpo, ilustrados, morales y laboriosos, formarán siempre, una grande nación; porque el aspecto exterior de sus ciudades será digno de ellos, y porque las leyes y los usos de ese país serán su obra; y esa como consecuencia natural será análoga a los principios de ellos.
No es confiando la educación de la infancia a la inspiración de los profesores, que ni siempre son lo que deberían ser, que se alcanza un buen resultado; por eso hemos dicho que sería el gobierno el que debería escribir el reglamento interior de las escuelas, darle fuerza de ley en lo que respecta las bases esenciales de la educación moral y física, tanto de los establecimientos nacionales como de las escuelas particulares, libres las últimas de adoptar los métodos que mejor les conviniese, pero no de adoptar otros libros que aquellos considerados como los más apropósito para formar el alma e ilustrar el espíritu.
En las actuales circunstancias, antes que esas llamadas escuelas patrias, desearíamos la creación de casas de refugio o de asilo, como quiera llamárseles.
La ventaja inmediata y saliente de estas casas es segregar los niños de toda otra influencia que no sea la enseñanza a que se le sujeta.
En una sociedad como la nuestra, a cuyo análisis resiste entrar nuestra pluma, porque sentimos el rubor de la vergüenza en el rostro, en nuestro país, donde en 22 años de tiranía, la clase pobre está habituada al lenguaje más repugnante e inmoral, donde la infancia misma usa de ese horrible lenguaje, y donde parece extinta la piedad, la moral, la religión, creemos que las pocas horas pasadas en una escuela, con el contacto de las calles y aun de sus propias familias, no es suficiente a desarraigar esos hábitos funestos, ni a morigerar los niños.
En las casas de refugio por el contrario, sujetos al régimen celular, repartido el tiempo entre el estudio y el trabajo corporal, entre los ejercicios de piedad y la gimnástica, educados con la sobria frugalidad que todo moralista aconseja para los niños: acostumbrados al aseo desconocido de la clase pobre entre nosotros, sujetos a una constitución interior que tuviera en vista premiar siempre el mérito y hacerles comprender temprano los principios del bien y del mal que pueden conducir el hombre por caminos tan distintos, como para decirle, nuestra felicidad, o nuestra desgracia, es obra de nosotros mismos.
Allí seria fácil a niños destinados a la más profunda ignorancia el instruirse. Las familias pobres se dan siempre prisa a sacar sus hijos de la escuela para hacerles aprender un oficio. Allí no se haría sentir más esa necesidad, porque los ramos industriales hacen una parte forzosa de esos establecimientos.
Un niño entrado allí, a la edad de 6 a 8 años, época regular, de principiar, debería quedar hasta la edad de veinte y un años, y las mujeres, hasta la de diez y ocho. Sí, porque estos establecimientos deberían extender sus beneficios a los dos sexos.
Jóvenes educados allí al cabo de quince, doce, diez a ocho años de sujeción, de enseñanza moral, de buenos ejemplos y de laboriosidad, sería una nueva raza de hombres en nuestro país."


2.  Educación Popular

Del Álbum de Señoritas .Tomo I. Nº 4. Buenos Aires, 22 de Enero de 1854.

Dijimos en nuestro número anterior, que era preferible en el estado actual de nuestra sociedad, en lugar de una repetición de lo que se llamaba antiguamente escuelas patrias, la adopción de la idea de las casas de refugio: y que si esas casas se organizasen debajo de ciertos principios y con el cuidado que requiere un negocio tan serio, esos niños segregados de los vicios que gangrenan hoy nuestras clases pobres, serían dentro de diez años una raza nueva de hombres.
Nada sería tan simple como la adopción de ese plan.
El gobierno ha pedido planos para la aduana, para un teatro, por qué no lo pediría para una casa de refugio?
Hace pocos días que se ha publicado un decreto creando un seminario eclesiástico: por qué no se expediría otro creando las casas de refugio?
Concebís la idea de un edificio sin cimientos?
Juzgáis que sin educar el pueblo, podréis constituiros, y moralizaros? Queréis hacer revivir el esplendor da la Iglesia? Y por qué vais con tanta lentitud en lo que respecta a la educación popular?
Creéis que la Religión y la moral se debe escribir sólo en el exterior de los hombres?
Si no formáis el corazón de la juventud, si no educáis el alma de los niño?, no con preceptos, ni con reglas confusas, con la enseñanza práctica, con la teoría reducida a acción, queréis hacer un pueblo moral y religioso?
Nunca lo conseguiréis.
Nunca habrá orden estable en el país.
El pueblo será siempre una fuerza bruta, cuyo brazo estará a las órdenes del primer caudillo que lo quiera armar.
Dirán, el gobierno tiene otros negocios indispensables que no puede desatender.
Bien, nombrad una comisión inteligente para ese, efecto.
Nombrad un individuo; si la elección recae en una persona de inteligencia y patriotismo será lo suficiente.
Me diréis: no hay recursos.
A la verdad doscientos mil pesos anuales es muy mezquina subvención.
Hoy se puede aumentar sin peligro esa suma, todo está en principiar.
Pedid primero el plano del edificio y el presupuesto de los gastos de la fábrica.
No tenéis recursos para esa primera necesidad?
Hay un medio fácil: es verdad que no es estrictamente moral, pero ya que lo permitís como industria en el país, cuando a la verdad no pasa de vicio, ejercedlo en pro del bien público.
Hablo de las loterías. Cread una lotería pública, cuyo objeto sea aplicar sus productos a levantar la 1ra. casa de refugio para albergar la niñez indefensa contra la acción venenosa y roedora, del vicio y de la ignorancia.
Una vez habido el plano, y expedido el decreto de la instalación, designad el día en que se coloque la primera piedra de ese edificio.
Después, escribid o pedid que escriban la constitución interior del establecimiento.
El primer año, los gastos serán mayores; cuando los educados mayores hayan hecho progresos en algunas artes mecánicas, de la misma casa saldrá el calzado, allí mismo se hará la ropa, y allí mismo podrá el público comprar diferentes objetos de uso, fruto de la industria naciente del establecimiento; comercio ese que le suministraría recursos de existencia, y aun sobrantes que depositados en la caja de ahorros del establecimiento, darían medios con que habilitar de un diminuto capital al alumno que estuviese en estado de obtener su alta. La verdadera prosperidad de un pueblo, como la verdadera nobleza de los individuos, está basada en la educación.
El barniz de la civilización es solo oropel; cuando un hombre no ha bebido en la fuente pura de una educación sólidamente moral, dejadlo que hable, que diga, que se vista bien, que posea habilidades, que tenga talento, que tenga modales al parecer finos, su bastardía hace traslucirse siempre en alguna acción.
Que se levante un pueblo a la mayor altura de civilización aparente, de lujo y comodidades, si su educación no es sólida, vendrá un Luis Napoleón y pondrá el pie en la garganta de ese pueblo; que derrocará las garantías del derecho, que encadenará la libertad de imprenta, que proscribirá la virtud y la inteligencia como crímenes de lesa nación, y veréis en ese día el cáncer descubierto que velaba el oropel!
Haya un presidente en la Unión Americana que diga:
"La ley soy yo. El soberano soy yo."
El pueblo lo despedazará!....
Cual la diferencia entre una grande nación de ayer, y una grande nación de siglos?
La educación popular.
La Francia ha hecho su camino al través de océanos de sangre; para conquistar el bienestar supremo de la libertad, ha batallado, y aún batallará!
Su educación no es perfecta como homogeneidad de principios, como seguridad de base; su civilización es parcial, está centralizada en sus grandes ciudades, porque la tendencia de su gobierno fue siempre el dominio sobre el pueblo.
Un Estados Unidos, los hombres de su independencia y con particularidad Washington pusieron el pueblo en el verdadero camino, generalizaron la educación, la basaron sólidamente, y el resto ha sido una consecuencia natural.
La misión del actual gobierno es organizar. Bien, pues, organícese la educación popular en la ciudad, en los pueblos de la campaña, por todas partes póngase en planta. Pero entretanto, cread aquí en la ciudad una casa de refugio, proveed a la urgentísima necesidad de libros, escribid el reglamento de las escuelas que existen, e introducid todas las reformas, todas las mejoras de que sean susceptibles.
Por esta ocasión tanto al gobierno como a los establecimientos particulares ofrezco mis escasos conocimientos. Antes de haber visto alguna cosa, cuando mi razón era apenas la de una niña de diez y ocho años, creo que aun existen recuerdos agradables del establecimiento que formé en Montevideo el año de 1841.
Después, estudios más extensos, razón más madura y el viajar, creo que me dan el derecho de ofrecer lo poco que sé sin que esta oferta pueda tacharse de presuntuosa o de inmodestia; las personas que me conozcan de cerca no podrán juzgarlo así, porque es defecto de que no padezco. Mi oferta es hija del deseo que siempre me anima el de ser útil a los otros.


3.  Educación Popular

Del Álbum de Señoritas .Tomo I. Nº 6. Buenos Aires, 5 de Febrero de 1854.

- Libros de enseñanza Primaria

Hemos condenado los libros que sirven a la enseñanza primaria, como absurdos y ajenos de su misión.
En otro tiempo, no se necesitaba más que esa decisión para ser condenada por hereje, y aun hoy mismo, quien sabe si a pesar de estar libre de la hoguera y de las torturas, puedo eximirme de la tacha de hereje?
Es verdad! Así es el mundo. Esos libros que yo repruebo se llaman Catón cristiano, El catecismo de la doctrina cristiana, Las obligaciones del Hombre. El nombre de esos libros es un escudo magnífico, pero su contenido no está en armonía con los títulos.
Por la experiencia que da el estudio, afirmamos que la educación primaria debe ser absolutamente práctica; importa allí, el ejemplo de los padres o del profesor encargado, teorías sí convertidas en acción, pocas palabras, fáciles a pronunciar, fáciles a concebir, y fáciles a grabarse en la memoria y en el corazón de los niños. Decidle a un niño, sé caritativo sino lo acostumbráis a serlo, sino le hacéis practicar la caridad, será lo mismo que sino le dijeseis nada.
Decidle, amad a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo. Bien; pero el niño repite esas palabras maquinalmente, y entretanto que sabe el catón del principio al fin de memoria, y que sabe sin errar una sílaba las cuatro partes del catecismo, y que ha leído tres veces las obligaciones del hombre, el niño va creciendo, vanidoso, pendenciero, inobediente, mentiroso, y en fin, con todos los vicios que más tarde harán con que suponga que el oír misa todos los domingos, y dar dos reales de limosna al pobre cuando otros lo están mirando, ya ha cumplido con sus deberes.
No, ese no es el camino. Decid a los profesores: hablad poco con las palabras y dad siempre el buen ejemplo. La enseñanza moral, la educación del alma, es fácil como yo la comprendo.
Lo que deseáis?
Que sea el niño religioso?
Bien, enseñadlo a practicar la caridad; cómo?
El primer medio, hacerle sentir con la palabra y con la práctica, este precepto tan simple:
Trata a los otros como tú quisieras ser tratado.
De aquí, la indulgencia con las faltas ajenas.
De aquí, el perdón de las ofensas y de los males que se nos causa.
De aquí, repartir de lo que poseemos con aquel más necesitado.
De aquí, llorar con los que lloran.
De aquí, no abandonar a los que sufren, ni volverles las espaldas cuando ellos nos piden el pan que mitiga el hambre; y el pan del consuelo que mitiga el dolor!
De aquí, en fin, toda cuanta virtud puede adornar el corazón del hombre. Porque cuando el niño se habitúa a esta reflexión tan fácil, que está bien a su alcance.
Si me hicieran este mal, de cierto yo no gustaría, luego a los otros no puede agradarles! E insensiblemente el niño que se habitúe a pensar así, habrá atesorado para la edad viril una riqueza incalculable, habrá formado su conciencia, y será un cristiano digno del aprendizaje de los preceptos de Jesús.
Yo desterraría la cartilla de las escuelas, y la reemplazaría por grandes tablas de lectura, que dan una noción más clara y que tienen la ventaja de llamar mejor la atención del discípulo, que en semicírculos de a diez o de a doce, habrá tomado tantas lecciones, cuantas veces se haya, repetido la lección contenida en la tabla.
Después de las tablas de nociones prácticas de lectura, haría seis tablas de lectura corrida, con las primeras nociones de moral evangélica, resumo de los preceptos de Cristo. Para la enseñanza de segunda orden, aquella de los alumnos adelantados, el primer libro que pondría en su mano sería la historia del descubrimiento, conquista, revoluciones, geografía, productos, etc., etc. del Río de la Plata; pero escrita con sencillez, y si posible fuese en verso. Las primeras nociones más necesarias del derecho natural, y la constitución de la provincia completaría el todo de esa educación popular, propagada en las escuelas, y que debe de ser uniforme para los niños de ambos sexos.
Un último libro podría considerarse útil, una especie de enciclopedia de artes mecánicas, con grabados y explicaciones.
Aconsejaríamos este libro, porque el impulso que se de a la educación popular debe de ser completamente industrial y mercantil.
El comercio y la industria son la verdadera filosofía de este siglo, y la tendencia general de las sociedades todas.
Es imperdonable que habiendo los medios de propagar la ilustración y de educar el pueblo, no se pongan en juego, y se mire con tanta indiferencia un negocio de tanta trascendencia, perdiéndose un tiempo precioso, y que se escapa tan de prisa!
Es de necesidad conocerse el terreno que se pisa, los antecedentes de la historia propia, porque si es disculpable no conocerse la geografía como ciencia, y la historia de las diferentes naciones que pueblan la tierra, es absurdo vergonzoso, no conocer la situación de su propio país y su historia.
Habría un medio sencillo de reunir esas nociones, o conocimientos todos, en un solo libro que podría llamarse EL INSTRUCTOR ARGENTINO. Debajo de ese epígrafe, después de un bosquejo resumido de las nociones principales de la geografía, conteniendo las generales de geometría, una descripción más detenida de la América, y contenida en esa una descripción positiva, marcada y minuciosa de la confederación y de la provincia de Buenos Aires.
Una ojeada ligera sobre la historia profana y siguiendo la misma idea que en la noción de geografía, lo más importante del descubrimiento, revolución de la independencia, etc., etc. del Río de la Plata.
Nociones sencillas del derecho natural, y como digamos cerrando el cuadro de ese libro, la constitución de la confederación y la de la provincia de Buenos Aires, y excuso decir que el instructor argentino debería estudiarse de memoria.
Respecto a la enciclopedia de artes mecánicas, fácil seria mandarla imprimir en Europa.
Querer es poder.
Si tan acerbos desengaños no me hiriesen el corazón, yo daría principio a esa obra; pero para qué? para quedar guardada en un rincón? para imprimirla a mi costa, gastar una porción de dinero y quedar con la edición entera?
No, lo que yo digo sobre la educación conviene: si queréis hacedlo, y sino queréis, qué puedo hacer yo? nada!

Casa de Refugio del Estado de Pensilvania

Del Álbum de Señoritas .Tomo I. Nº 6. Buenos Aires, 5 de Febrero de 1854.
Habilitados de la competente tarjeta de admisión (Ticket) nos presentamos una tarde a las puertas de la casa de refugio. Éramos una reunión de americanos de todos los puntos de América española, había los de Cuba y Puerto Rico, de Costa Firme, de México, de Chile y del Río de la Plata. El Sr. Augusto Merino tenía la bondad de servirnos de cicerone.
Nuestro Ticket nos abrió las puertas de la casa de refugio, y después del vestíbulo donde se mantiene el portero, entramos en un extenso patio cuadrado. Como en todos los establecimientos o instituciones destinadas a vida de comunidad, lo primero que se encuentra son las colmenas donde depositan las abejas la miel de que tanto uso se hace en Estados Unidos, como compañera s inseparable de los puches de harina de maíz y de otros alimentos.
A ese patio daba el cuerpo del edificio, donde reside el director, las oficinas, las escuelas, las ventanillas de las celdas de los reclusos, y las otras oficinas que lo separan del departamento de las mujeres.
Nuestra primera visita fue a la sala del director donde escribimos nuestros nombres en el libro de los visitantes; después, conducidos por el segundo director, vimos sucesivamente los claustros y una por una las celdas de los refugiados: son ellas un pequeño cuarto donde sólo caben una cama, una silla y una mesa: durante el día todas las puertas están abiertas pero de noche, cada muchacho queda encerrado con llave en su respectiva celda.
La cocina vastísima está montada a vapor, y son las niñas recogidas las que hacen todo el servicio de ella, así como el lavado de la casa, costuras, etc., etc.
El refectorio era también muy espacioso y tenía largas mesas de pino con bancos de los dos lados.
Diversas oficinas nos enseñaron y en todas trabajaban los alumnos. Vimos la imprenta, la zapatería, la silletería, una fábrica de estuches y otras no menos útiles.
El departamento de las mujeres es igual al de los varones, con la diferencia de que las celdas de las reclusas revelan la presencia de la mujer en su solo aspecto exterior.
Son las camas mejor acomodadas, las mesas todas tienen su cubierta más o menos bonita, más o menos pobre, sobre esa mesa hay ya una estampa pegada en la pared, ya un cacharrito de flores; vimos alguna tan pobre, que tenía solo una rosa puesta en agua en la mitad de un frasquito roto, cada camilla tiene su alfombra delante, trabajo a que sólo pueden dedicarse las reclusas en las horas de descanso, y sin embargo muchas y la mayor parte las sacrificaban sólo para trabajar en los adornos de sus cuartos; por qué ? Yo creo que hay un instinto de coquetería, inherente a la mujer, y que no se puede ser mujer sin ser coqueta.
Con todo, no hay que equivocar el sentido de esta palabra, que adoptamos como la revelación del instinto de lo bello, de la elegancia y aun de la poesía si queréis. El coquetismo inocente de que hablarnos, no puede ser de modo alguno la peligrosa liviandad con que más de una niña juega
su reputación y se comprometen a los ojos del mundo.
Dejemos esta digresión y vamos adelante.
Además de la escuela de enseñanza primaria, hay una clase de música, y además de los quehaceres domésticos que en grande escala están a cargo de las refugiadas, hay también diferentes oficinas donde trabajan sólo manos de mujeres, encuadernación, tejidos, etc.
Son admitidos desde seis hasta catorce años, y salen, los hombres, a los 21 años, edad que la ley marca a su emancipación. Las niñas a los 18, porque en los Estados-Unidos, las mujeres se emancipan primero que los hombres.
Asistimos esa tarde a la merienda; a las cinco y media, tocó la campana colocada en el patio. Cerráronse al punto las oficinas, y los niños rodearon las piletas con agua, lavando el rostro las manos, peinándose y vistiendo sus blusas o chaquetas. A las seis el director, desde la puerta de la sala con una campanilla pequeña, llamó. Los reclusos se formaron en filas. Al segundo toque, hicieron una evolución y se formaron en columna de dos de frente. Al tercer toque entraron en el comedor.
Ya estaban encima de las mesas grandes cántaros humeando, llenos unos de puches de harina de maíz y llenos otros de miel de abeja. El Director los convidó a hacer la oración de la tarde y todo el mundo a ejemplo del superior, se arrodilló durante cinco minutos. Después de esta ceremonia el director interpeló los maestros acerca de la conducta de los educandos. Oído el informe, hizo un elogio a los bien comportados, y los citó como ejemp1o a aquellos que habían delinquido. Estos últimos, están condenados a tener por delante su cena y no tocarla.
Todas las señoras que allí estábamos quisimos, interceder, pero el Sr. Merino nos dijo que la disciplina de la casa era muy estricta y que eso podría mortificar al director y aun a los mismos penitenciados, porque para los Americanos nada es tan mortificante como verse colocados en la posición de merecer la compasión ajena.
A pesar de haber como cuatrocientos niños, no llegaron a ocho los delincuentes, y esto aboga en pro de la moralidad y utilidad de tales instituciones.
Nos dijo el director que por malos que fuesen los muchachos, cuando allí entraban era rarísimo el que no se corregía; y más raro aun aquel que hubiese llegado a merecer la expulsión de la casa.
Dijo, que entre las niñas no había ejemplo alguno de esa clase, que por lo general eran morigeradas más fácilmente, que no daban trabajo, y que siempre se despedían con sentimiento de la casa.
Todas las que vimos mostraban un semblante alegre y complaciente. Cantaron a pedido nuestro, y no pudimos desprendernos de cierta emoción penosa al despedirnos de ellas.
La casa educa no solo expósitos, como hijos de familias pobres que no tienen como sufragar a los gastos de vestuario y mantención.
Recibe también niños de mala índole, que sus familias desesperan de corregir. Esos dan a la casa una pensión.
Los niños que manifiestan una grande inteligencia, son aplicados a estudios mayores y salen de allí para las academias a seguir la carrera a que parecen llamados.
Aquella tierra es avara de la inteligencia de sus hijos, y es la inteligencia una planta que donde aparece, se cultiva con esmero, rodeándola de toda la protección necesaria para su desarrollo y buen suceso de sus frutos.

4. Educación Popular

Del Álbum de Señoritas .Tomo I. Nº 7. Buenos Aires, 12 de Febrero de 1854.

Grande es la victoria que se ha alcanzado con el aumento del presupuesto de las escuelas; desearíamos tener en nuestra mano los medios de doblarlo y triplicarlo: y no sólo eso, sino que a la par del convencimiento que es el dinero mejor gastado por la nación, entrase también en el espíritu de los que pueden, la de proveer a los libros de enseñanza, y que mientras se cure únicamente del materialismo de la enseñanza, el progreso será mas lento que si se aplicasen las teorías de una educación moral que formase temprano el corazón de la juventud; porque esa educación del corazón no tiene solo por inmediata consecuencia el mejoramiento moral, sino que propende eficazmente al desarrollo intelectual y morigera con más seguridad y velocidad las masas.
Es necesidad vital la de educar física y moralmente nuestras masas; vencer esa pereza que las roe y las corrompe, mudar esos vestuarios que son una mala alianza del pampa y del hombre civilizado, arrancar de sus labios ese lenguaje feroz que tan mala impresión debe causar en los extranjeros que lleguen a nuestras playas, y que no puede oírse sin rubor; es necesario purgar esas razas desgraciadas de los vicios en que viven encenagadas, y eso no se obtiene con decretos policiales, débil freno que ellos destrozan, como el caballo nuevo que siente la primera espuela del jinete, y forcejea hasta verse libre de él, corriendo después desbocado por la llanura.
Al aumentar el presupuesto se ha dado un grande paso, el más seguro y el más verdadero en la senda del progreso; pero él será incompleto si, como hemos instado hasta ahora, no se provee a los métodos, reglamentos y libros necesarios; porque enseñar a leer y a escribir y contar no es no es suficiente a educar un pueblo donde son tradicionales el poco respeto a la ley, el degüello y la barbarie; un pueblo abandonado a sí mismo, hasta hoy instrumento ciego de odios venales, de guerras fratricidas, cuyo corazón está cerrado a la piedad y a los sentimientos dulces, pueblo cuyos niños se han desmamado viendo matanza y carnicería humana, y que hablan de sangre y puñaladas con la sangre fría o de una malvadez precoz, o de la inconciencia de su culpabilidad.
Hay pues necesidades morales que llenar en la enseñanza de esa joven generación que se pretende educar y preguntamos, hay un solo libro, uno solo, que llene ese objeto No, no le hay y es urgente escribirse uno.
No hay que equivocar la simple enseñanza con la educación; hoy la primera y la, segunda, deben ponerse en planta; y cuando tengamos una clase pobre, tan moral, industriosa y morigerada como la de los Estados-Unidos, entonces no habrá necesidad de la especie de apostolado que deseamos hoy, porque ellos tendrán en el seno de sus propias familias, la mejor educación moral, que es la del ejemplo; porque esa se aprende sin sentir, se mama con la leche por decirlo así; pero hoy es insuficiente la sola enseñanza primaria; hoy en las escuelas es necesario algo más, y sino temiésemos ser llamada de visionaria desearíamos ver organizarse en Buenos Aires, una sociedad de temperancia y otras cuyo objeto y esfuerzos tendiesen a mejorar y moralizar las clases pobres; pero de eso no hay esperanzas, si fuese en Norte-América, allí, como no hay recelo de reducir la teoría a práctica, nada tendría de extraordinario, nosotros no; dejamos todo a la providencia que es lo mejor!
Y sin embargo, cuánto se podría hacer, y qué tiempo tan precioso se pierde!
- Dimos un paso; destinamos un millón (es mucho dinero) a los gastos de la educación popular, ya se hizo mucho!
Libros, oh! esos que hay hoy son buenos... tal vez podrían hacerse mejores… si, pero tenemos tiempo, ahora hay mucho que hacer... luego, mañana… después! que es plazo que tarde se vence!
Y era tan fácil con un poco de buena voluntad! Infelizmente entre nosotros todo queda en proyecto… El Nacional habló de una escuela de artesanos; no tuvo resultado! Habló de un establecimiento de educandos adoptados por el Gobierno... venía a ser una casa de refugio, sobre la que tanto hemos insistido; hasta ahora sin resultado! ... Y con todo hay local, con poco esfuerzo se instituiría!... Tal vez algún día.... sea, siempre será una noticia agradable que recibiremos.
De todos modos nos damos los parabienes, se los damos al Gobierno, a la Sala y al pueblo de Buenos Aires. Ojalá una actividad inteligente aproveche los recursos que se ofrecen y estos momentos de paz para colocar esa piedra fundamental de nuestro porvenir y engrandecimiento.
Las líneas que he consagrado sobre este objeto, sino son el fruto de una inteligencia feliz, por lo menos son la expresión de un deseo sincero que me animó por el bien de mi país.
He hecho todas estas reflexiones que he creído más oportunas; más, no puedo, porque mi voz no llega hasta el círculo privilegiado de aquellos que pueden; nada soy, nada valgo, y solo, votos inútiles es cuanto puedo ofrecer.


El maestro y la escuela

La indispensable prescripción para obtener buenos maestros y buenas escuelas, es mejorar la condición de ambos. El magisterio es una profesión científica que tiene estudios especiales como otra cualquiera.
¿Qué diríamos de un hombre que sin haber estudiado jamás la Anatomía se lanzase a ejecutar operación quirúrgica? ¿Qué podríamos esperar de aquel que no conociendo el dibujo, ni el manejo del pincel, ni la preparación del lienzo, ni la mezcla de los colores, ni las leyes de la luz se pusiese a hacer un retrato? Haría un pastel informe y nada más.
En el mismo caso está la profesión de enseñar, y lo que es más interesante y necesario, formar el hombre, educarlo.

La mejor condición del maestro no sólo es la conciencia de su profesión, sino la mejora material de su posición social por un sueldo decente y por la consideración social que le rodee.
Esa mejora moral que es el resultado inmediato del estudio y la mejora positiva de una existencia al abrigo de las duras privaciones de la miseria y de la tristeza del aislamiento, vigoriza el espíritu y lo conforta, dándole al individuo esa dignidad tranquila, esa paz del alma que es la más propia también para ejercer profesión tan delicada.
El hombre que despreciado de sus conciudadanos, oprimido de sinsabores, hostigado por la penuria de los medios, ve sufrir a los suyos sin poder aliviarlos aunque sólo sea para hacer más tolerable su posición, trabaja muchas veces diez o doce horas por día, ese desgraciado, no ama ni puede amar una profesión tan ingrata y si no la deja, es porque no se le presenta otro recurso; pero la considera su presidio y su condena: él no puede, aunque quiera, ser amable ni paciente con sus discípulos y la disposición dolorida de su espíritu ha de reflejarse en sus actos en la escuela.
Es preciso no perder de vista el estudio que encierra la siguiente proposición:
-¿Qué condiciones son necesarias para hacer feliz al maestro de escuela?
-¿Qué condiciones necesita la escuela para hacerse agradable al niño, deseada por él?
Resolver estos dos problemas importaría la mejora radical de la educación; así como meditar detenidamente el estado en que ambos se encuentran –el maestro, la escuela- patentizarían todos los males que pesan sobre ramo tan vital.
El sueldo insuficiente, el saber muchas veces escaso y la moralidad dudosa, he ahí el tipo general de aquél que está llamado a formar el corazón y la mente de toda una generación.
Y la escuela es, como sabemos, cualquier casucho viejo, sucio, blanqueado una vez cada diez años recibe, donde caben treinta, cien o cinto cincuenta niños.
Árida la enseñanza, pesado el método, malo el aire, ímproba la tarea, el niño no ama su escuela, -tampoco tiene motivos para amarla- porque es un lugar de penitencia, es el presidio de sus tiernos años; so pretexto de educarlo allí lo condenan al suplicio de la inmovilidad, sin volver la cabeza, sin chistar.
-¡En la escuela no se juega! – grita el maestro.
-¡En la escuela no se charla!...
¿No es original querer exigir de la movilidad de la infancia lo que apenas cumplen en la virilidad de la vida, los paralíticos, los misántropos y, en suma, todos aquellos que la mano de Dios hiere con la dolencia del cuerpo o del espíritu?
Juana Paula Manso
Abreviado
Año 1866

Escuelas- jardines 

Una escuela jardín no es como muchos creen un jardín con flores donde giran los niños bajo glorietas o latadas. Necesítase, en verdad, un buen patio para recreos, resguardado del sol y de la lluvia, y siempre que puedan proporcionarse árboles y enredaderas olorosas será doble ventaja,; sin embargo el apodo de “jardines” dado a estas escuelas, proviene de lo agradable que son a los niños por los métodos, que mucho difieren de la rutina rancia.
Recordando mis propias impresiones de niña, reconozco que “el cambio de temperatura” que sufre la infancia es casi insoportable. Un niño que ha vivido hasta los tres, cuatro o cinco años en el regazo de la madre, moviéndose a su voluntad, gritando, jugando, comiendo, entrometiéndose muchas veces en todos los asuntos de la casa; habituado a los besos de la madre, a ser el objeto de atención de los amigos y de los parientes, un bello día se le dice:-“Vas a ir a la escuela!” Le ponen su mejor vestido, le compran una bolsa de cuero, un lápiz, una pizarra y una cartilla y, ahora, amiguito, “!a la escuela!”
Raros son los niños que no derraman muy amargas lágrimas en esos primeros días. Entra el pobrecillo, se le designa un asiento, se le enseña una lección y se le entrega al monitor. ¿Es un mundo enteramente nuevo!
Si se mueve, lo gritan; si habla, lo retan; si ríe, lo apostrofan. La disciplina exige que al entrar en la escuela deje en la puerta la alegría y se revista de la fría reserva de los años maduros para no alterar el orden.
La tortura no para allí. Sin educar sus débiles sentidos, debe distinguir la forma de las letras.
Sin habituar sus labios a pronunciar primero, ha de leer.
Su pulso trémulo ha de trazar líneas, ángulos, curvas, con prontitud y regularidad, de lo contrario es calificado de rudo.
Esta es la conocida historia de nuestras escuelas. Entremos, ahora, a una Escuela-Jardín.
Jardines de niños se han denominado por su fundador, en vista de que el niño es como una planta que tiene su índole particular, su naturaleza propia y que por lo tanto debe ser cultivado y desarrollado por procederes naturales, del mismo modo que el jardinero cultiva las plantas de un jardín sin prescindir de esas diferencias esenciales cuya categoría ya viene designada por la sabiduría del Creador. Cada planta requiere su especial modo de cultivo y lo mismo sucede con el niño.

Los jardines de niños han sido, pues, concebidos bajo el plan de la floricultura y el maestro es el jardinero de la mente.
La educación de los niños empieza con la vida y en el ensayo hecho en Hamburgo, Fröebel hacía concurrir a las nodrizas a su establecimiento con infantes de tres meses para que éstas se guiaran por los consejos del pedagogo.

La idea fundamental de una educación bien entendida es el deber, la sumisión al deber. Obrar el bien por el bien mismo.
El maestro personaliza no el absolutismo sino la razón, guiando las acciones del niño por la senda del deber. Para este propósito, su primera maniobra es hacerse amar de sus discípulos; cuando los corazones están en contacto, la mente también lo está.
El orden, tan esencial, no debe imponerse sino lograrse por las ocupaciones. Si las ocupaciones son análogas a la edad y simpáticas al gusto, la atención se absorbe y el orden se establece naturalmente.
La turbulencia y el desorden son hijos del descontento, del malestar. Ocupaciones sin atractivos irritan la natural movilidad de la infancia.
Así el jardín de niños tiene como medios disciplinarios la música, los ejercicios físicos, en oposición al silencio y a la inmovilidad de la rutina.

Juana Paula Manso
Año 1867