Por Juana Manso
La aclimatación de esta clase de escuelas entre nosotros proviene de dos causas: primera, la necesidad de abrir para la mujer una carrera honorable que la ponga al abrigo de la miseria o del desvarío; segundo, las dificultades del servicio doméstico por la facilidad que tienen las familias de enviar a la misma escuela los hijos varones, lo que ahorra un criado.
La disposición que limitó la edad de admisión a 5 años y la de permanencia a 8, ha disminuido en parte esta última ventaja a las madres de familia.
Se ha creído obrar en provecho de la moral, y en ese caso, solo nos resta desear que se complete el plan que levante en su totalidad la moral de esta clase de escuelas; pero no podemos tampoco silenciar nuestra opinión y las razones en que ésta se apoya.
Faltóle a Sarmiento el tiempo para dar a esta clase de escuelas una organización especial, de modo que como nadie se ha ocupado tampoco de este asunto hasta hoy, aun se conservan como los cuerpos inorgánicos, informes, sin plan como sin objeto.
La escuela de ambos sexos debió su origen en otros tiempos, a la falta de maestras habilitadas; de modo que en la necesidad de educar las niñas, estas pasaban con ciertas restricciones a las escuelas de varones.
Sucesos como siempre hay obligaron a limitar su admisión a los 6 años y su permanencia hasta los 8. Creóse también en caso de concurrencia, una clase de labor servida por una maestra que iba en hora determinada.
Todas estas vacilaciones y concesiones, son admisibles en épocas de oscurantismo y en las que el arte de enseñar no estaba cultivado.
Después que la Pedagogía ha asumido el rango de una ciencia, la clasificación de edades, ha marcado los grados del saber.
La enseñanza primaria se ha subdividido en elemental y primaria superior.
Las salas de Asilo han propagado la noción, las escuelas mixtas los elementos, y las escuelas por sexos los conocimientos.
Nosotros no hemos clasificado aun las edades, ni fijado los programas que eslabonan los grados de la enseñanza.
La disposición que permite admitir en la misma escuela niños de muy corta edad a la par de niñas de todas edades, es un error tanto más lamentable cuanto falsea por su base la disciplina escolar; pues aun cuando existan las divisiones de 1°, 2° y 3° todavía es grave inconveniente para el maestro tener que ocuparse de grados tan diversos y edades tan difíciles de sujetar al orden.
Rendu señala esa dificultad en su Manual de escuelas primarias y la experiencia nos ha patentizado cuan justa es su observación.
Al contrario, en una escuela encargada por ejemplo de las nociones, [escuelas de párvulos] todos los aparatos están combinados de modo que su conjunto, disposición y manejo entiende su beneficio a todos, y de ese modo la enseñanza se generaliza, y llena el desiderátum de su destino, que es preparar la infancia a otro grado más alto de instrucción y más accesible después de este primer aprendizaje.
Basta ojear los catálogos que nos vienen de Europa, para convencerse que aun las naciones menos adelantadas se acercan hoy a la práctica de métodos racionales.
Las salas, las bancas, los útiles, los registros, todo es adecuado a la clase de alumnos que frecuentan la escuela: de resto esta es una de aquellas cosas que se palpan; por ejemplo, el aparato de un Instituto de ciegos, es enteramente diverso del usado para sordos-mudos, y cómo pretendemos nosotros pasando sobre las leyes de la naturaleza, tratar los niños de 5 años como tratamos los de 10?
Están pues llamadas las escuelas de ambos sexos, a desempeñar entre nosotros el rol de las Salas de Asilo en Francia, de los Infants schools de los ingleses, los jardines de niños, de la Alemania y de la Holanda. El personal y la designación existen; falta apenas un poco de muy buena voluntad y de dinero, para escoger locales a propósito, y aparatos apropiados.
Podemos garantir que esos útiles no cuestan mucho y pueden hacerse venir de París, vertidos al español.
Requieren estas escuelas que la edad de los concurrentes sea igual en ambos sexos, para que el desarrollo de los alumnos que las frecuenten sea progresivo y simultáneo, pasando las niñas a las escuelas de la Sociedad de Beneficencia a su tiempo, necesitándose crear para los varones, otras escuelas intermedias, entre las de ambos sexos y las municipales, porque de los 7 a los diez años el varón puede muy bien quedar todavía al cuidado de la mujer; eso salvaría también el multiplicar inútilmente o con escaso resultado las escuelas de ambos sexos, a la vez que favorece la mujer empleándola. Si existe peligro en la proximación de los sexos en edad tan temprana, él proviene tan solo de la diferencia desproporcionada de las edades: siendo tan arriesgado traer niñas pequeñitas entre varones grandes, como varones chiquitos entre niñas grandes y no estoy lejos de decir que aun del mismo sexo es peligrosa la aproximación con edad desproporcionada.
Para evitar esos males, es que deben clasificarse las edades y fijarse los grados de la enseñanza.
Debe subdividirse la Inspección, es muy inmoral que los hombres ejerzan los deberes de Inspección en escuelas que manejan señoras y eso tiene más peligro para la pública decencia que la aproximación de niños de diferentes sexos: en los adultos hay más que guardar.
Por otra parte, esta es la práctica en todas partes, en América como en Francia en Alemania como en Holanda; las escuelas de párvulos son manejadas, dirigidas, e inspeccionadas por señoras.
Juana Manso
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