Muerte de Juana Manso - Año 1. Nº 13 del 3 de mayo de 1875

"Una ley ineludible acaba de cumplirse: la muerte nos ha arrebatado una existencia querida, una obrera del progreso. Juana Manso no existe!
La escritora fecunda, la inteligencia privilegiada, la maestra cariñosa, ha abandonando la tierra.
Pero si su cuerpo ha perecido, si ha dejado de ser para nuestros sentidos, no así su memoria, que será venerada, como la veneramos nosotros, por las generaciones que se sucedan.
La señora de Manso desde temprana edad fue un austero apóstol de la enseñanza. La patria le debe la educación de dos generaciones.
De corazón sensible y de sentimientos elevados prodigaba el bien al hermano en desgracia, practicaba la caridad y la virtud; de alma grande, profesando acrisolado amor a su patria, quiso servir de barrera al fanatismo que trata de sepultarla en la abyección del espíritu.
Llena de fe, se lanzó a predicar ora en la tribuna, ora en la prensa o el libro, la libertad de conciencia, siendo escuchada su voz con sincero respeto.
Mas, los que explotan su preponderancia en la familia y en la sociedad, temieron perderla si la señora Manso continuaba en su misión sublime, y le salieron al encuentro pero ¡ay! con la mentira infame, con la negra calumnia.
La vida antes risueña para la ilustrada mujer tornóse sombría. Sin valor bastante para enrostrar la mentira y la calumnia, lloró amargamente -y sus días fueron- un lento martirio.
Hasta su postrer suspiro arrancólo el sufrimiento.
Ha muerto como santa cristiana: con la mano sobre la Biblia, sobre ese libro inmortal tan profanado por los malos Ministros de Dios.
Ante la tumba que se abre, ante el silencio imponente del sepulcro, seamos justos, que no perturbe sino los acentos puros de la verdad.
Mujer ilustre! Tu nombre es historia.
Obrera del Progreso! El premio de tus vigilias lo recibiréis en el cielo".